Hoy en día las noticias que hablan sobre el cambio constante de nuestro planeta son cada vez más comunes en medios de comunicación y redes sociales. Los niveles de agua potable bajan, las macro tormentas se incrementan; el termómetro va hacia abajo y arriba rompiendo récords en muchas regiones, mientras alcanzamos la enorme cifra de 8 mil millones de seres humanos en el mundo. Es entonces cuando vemos que el calentamiento global llegó para quedarse, trayendo consigo, el agotamiento de los recursos naturales.
Según datos de la ONU, en México a nivel nacional se consumen en promedio 366 litros de agua por habitante, esto debido al grave estrés hídrico de los últimos tiempos y frente a un promedio de pérdida de vegetación natural (deforestación) de 700 hectáreas diariamente. Esta sobreexplotación de recursos se complementa trágicamente con los severos impactos ambientales al aire, al agua y al suelo, factores clave en el desarrollo económico del último siglo.
Bajo este contexto y el concepto de impulsar el crecimiento económico, el incremento de la salinidad de las tierras agrícolas y el desplazamiento de amplias zonas geográficas naturales para ocupar ciudades, industrias y servicios pasa factura para agravar aún más la situación.
Sin embargo, tengo buenas noticias, no todo está perdido; ideas frescas y disruptivas están generándose desde diferentes lugares del mundo (como es el caso de la Fundación Ellen Macarthur – ellenmacarthurfoundation.org). En continentes como Europa y Asia, así como en América incluyendo, México, diversos grupos están manifestando que aún estamos a tiempo de hacer algo, proponiendo impulsar el cambio de un modelo económico tradicional, conocido como Economía Lineal (extraer – procesar – usar – desechar), para pasar a un modelo más robusto llamado: Economía Circular (extraer – diseñar – procesar – usar – retornar – reparar – reutilizar – reciclar – fabricar).
Este modelo privilegia la reducción de materias primas vírgenes y maximiza la reutilización de los recursos existentes, alargando con ello el ciclo de vida de los productos, apoyando el pensamiento sistémico y las atmósferas colaborativas, así como disminuyendo la contaminación y toxicidad de los residuos y generando una menor producción de gases efecto invernadero, entre otros.
En este modelo alternativo, el foco es la eficacia. Recordemos que el cliente es el usuario y no consumidor, el objetivo es la innovación y no el lucro, la propuesta de valor es básicamente es eso: aportar valor. Más allá de reducir costos, debemos siempre privilegiar al ecosistema.
Finalmente, la emergencia es tal, que todos los sectores productivos y sociales estamos llamados a trabajar hacia una economía cada vez más circular, donde reduzcamos la presión sobre el medioambiente, mejoremos la seguridad en el suministro de bienes, productos y materias primas, así como estimulemos la competitividad, la innovación, el crecimiento económico y el empleo.
La Economía Circular proporcionará a los consumidores productos más duraderos e innovadores que permitirán ahorros monetarios importantes de mayor valor. Concretamente tendremos mayor calidad de vida, gracias a un planeta más habitable para las siguientes generaciones.
Director de Medio Ambiente, Seguridad e Higiene de RED AMBIENTAL y coordinador del grupo de trabajo de Economía Circular del Instituto de Protección al Ambiente de Caintra